Desde Galicia para el mundo

A esta alturas, seréis pocos los que no conozcáis el perfil profesional de nuestro Óscar Quintana, flamante Camarero del Año 2016, premio que, además de reconocer su gran valía y profesionalidad, sirve para poner en valor el trabajo desarrollado por el personal de sala, responsable de transmitir valores intangibles, sentimientos, emociones que son indispensables para conectar con el comensal, saber lo que busca y lo que en este caso Culler le propone. Este papel transmisor entre cocinero y comensal requiere técnica, destreza, cortesía, humildad, generosidad, amabilidad e inteligencia emocional, habilidades y aptitudes que Óscar posee sobradamente y que cada día se esfuerza en acrecentar.

Pasada la ‘resaca’ de celebraciones y felicitaciones por el éxito alcanzado por Óscar _y por extensión el restaurante y todo el equipo_, que hemos disfrutado enormemente, y que da muestras de una fidelidad que nos enorgullece y abruma, no queríamos dejar pasar la ocasión para compartir con vosotros nuestra reflexión, que no es otra que la constatación de que era acertado el camino que iniciamos hace unos años apostando:

… Por las personas, el equipo humano de Culler, cuyo compromiso, actitud y pasión a la hora de afrontar el duro trabajo diario son fundamentales para que fluya la unión, el cariño, la implicación, el equilibrio y las ganas de divertirse y contagiar esa alegría al comensal.

… Por los pequeños productores, el nexo de unión indispensable entre el restaurante y esas materias primas selectas, de temporada y de nuestro entorno, provenientes de la agricultura y la pesca sostenibles.

… Por los comensales que, cada día, y ya van unos cuantos años, se interesan por las experiencias enogastronómicas que concebimos para ellos, las valoran, las hacen suyas, las cuentan y comparten, y nos trasladan sus emociones en un feed back que nos enriquece mutuamente.

… Por el espacio, esta pequeña aldea grovense de Reboredo, nuestro paraíso particular, esencial en nuestro discurso culinario, un lugar privilegiado y del que nuestra cocina quiere ser prolongación.

Desde este micromundo, al que no queremos renunciar sino potenciar a través del trabajo callado pero sin complejos, apasionado, honesto y reflexivo, podemos contribuír _y de hecho lo hacemos_, a visibilizar Galicia en el mundo, poniendo en valor lo propio, lo diferencial, lo que nos hace únicos, ni mejores ni peores, y devolver de alguna manera al país y a nuestros ancestros lo mucho que nos han transmitido y que conforma cómo somos.